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La Colonia - Viejas Glorias

El Urquiola (2º parte, by Carlos)

 

Las conclusiones que saca Pablo tras la experiencia del Urquiola son tremendamente parciales y no hacen justicia con lo que realmente aconteció en los “astilleros santaneros”. Desde aquí quiero aprovechar para contar la historia tal y como ocurrió... Pablo no me dejará mentir.

 

Si bien es verdad que el Urquiola acabó en el fondo de la piscina tras un prometedor inicio de travesía (aproximadamente dos/tres minutos) que nos hizo concebir grandes esperanzas, también es preciso aclarar que, lejos de cundir el desánimo en esa joven y, porque no decirlo, brillante pareja de constructores navales, este aparente fracaso sirvió como acicate para afrontar nuevos y apasionantes proyectos.

 

Una larga lista de nuevos proyectos marítimos siguieron al Urquiola. Bueno, tal vez exagero, no tan larga lista...

Y de esta forma, nos encontramos con Pablo y Carlos trabajado semanas después en un nuevo reto... su nombre... “Beatriz CP 1125”. Y esta vez la base del barco no será una desvencijada puerta de madera... no señores, no, esta vez el casco del barco se construirá... ¡sobre una caja de tablones de madera totalmente podridos! (encontrado Dios sabe donde). Esta vez sí... con estos “mimbres” y unido a lo aprendido tras la botadura del Urquiola, se podría afrontar con plenas garantías de éxito un nuevo proyecto “tremendamente apasionante”.

 

Si en el Urquiola primaba la sencillez de diseño unido a una estabilidad digna de otros buques similares, que todos recordareis como el “Prestige” o el “Exxon Valdés”, el “Beatriz CP 1125” supuso una auténtica revolución en el diseño de cascos para barcos deportivos transoceánicos. Sin ánimo de exagerar, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que se trataba del Ferrari de los mares, con la elegancia de Guzzi y la sobriedad de Hermes, con un diseño agresivo envidia de Pininfarina y Javier Mariscal.

 

Tras días de intenso trabajo encerrados en el patio de la casa de Pablo (también conocido como cuarto de los inventos... tirori, toto, tiroriro rirori toto), el Beatriz CP1125 está terminado. Acompañados de nuestro equipo de botadura habitual: Roxi, las dos Maria Josés y Camino, nos dirigimos a la piscina. Había llegado el momento por todos esperado.

 

Sin embargo, algo falló; yo estoy convencido que fue un problema de aislamiento en la junta de la trócola de proa, pero la dura realidad es que nada más colocar el BCP1125 en la superficie de la piscina, el agua empezó a entrar, hundiéndose de forma irremisible bajo la mirada cargada de dramatismo y desesperación del equipo constructor y cierta coña por parte de los asistentes a la infeliz botadura.

 

Aquí se puso fin a la aventura marinera, la falta de financiación y la crisis de los astilleros españoles de los años 80 acabaron con los astilleros “santaneros”. De todas formas, no lo olvides nunca, Pablo, la historia nos hará justicia. Tanto los veleros que se enfrenten hoy en día en la American Cup como los actuales catamaranes transoceanicos deben sus actuales diseños al BCP1125, tal vez algo mejorados, pero basados en este buque que supuso un hito en la construcción de cascos navales.

 

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